[23 de junio de 2011] BRUSELAS – Saber que los Ministros de Agricultura del G20 han alcanzado hoy un acuerdo en París es una excelente noticia pues muestra que los gobiernos se han dado por fin cuenta de que las cosas no pueden seguir como están. Sin embargo, el plan de acción anunciado hoy se interesa especialmente por los síntomas de la volatilidad de los precios de los mercados agrícolas pero no aborda las causas. Varios puntos dentro de este plan son claramente insuficientes.
1. La declaración final resulta manifiestamente deficitaria en el tema de los biocombustibles. Todas las agencias internacionales parecen estar de acuerdo en que la producción de biocombustibles, y en especial la creciente asignación de tierras para la producción de maíz para combustibles y no para consumo alimentario, han sido importantes factores en el incremento de los precios de los productos alimentarios básicos en los últimos 4 años. El G20, por su lado, sigue insistiendo en la necesidad de realizar más estudios al respecto en vez de abogar por la supresión de los incentivos fiscales y de las subvenciones distorsionantes, lo que muestra hasta qué punto los intereses comerciales pueden ganarle la partida a la seguridad alimentaria. También resulta perturbador constatar que la declaración final define los biocombustibles como una fuente de desarrollo rural cuando, en la práctica, al menos hasta ahora, la producción de biocombustibles ha beneficiado principalmente a las grandes empresas de exportación agrícola y ha propiciado el uso voraz de recursos naturales procedentes del Sur para saciar la sed de energías renovables del Norte.
2. Sobre el tema de las reservas alimentarias, la declaración final se refiere a un sistema específico de reservas alimentarias para situaciones humanitarias de emergencia. Este sistema es, por supuesto, una importantísima herramienta del Programa Mundial de Alimentos que permite que este Programa tenga acceso a reservas de alimentos para poder reaccionar a tiempo en una situación de crisis. Sin embargo, lo que la declaración no menciona sorprendentemente es la posibilidad de que las reservas de alimentos tengan un efecto permanente y estabilizador en los precios. Este elemento volverá a salir a la palestra de todas formas cuando se establezca concretamente el funcionamiento de este tipo de reservas: ¿qué agricultores constituirán estas reservas?, ¿Recurriremos a los pequeños campesinos o serán estas reservas un medio para que EE.UU y la UE se deshagan de sus excesos de producción? ¿Compraremos a un precio justo que permita mejorar los ingresos de los campesinos que hayan constituido estas reservas?
3. Qué duda cabe que el capítulo sobre la reglamentación financiera es una iniciativa loable pero omite un punto fundamental. Los Ministros de Agricultura exhortan a sus homólogos de Hacienda y Finanzas a que permitan a las autoridades supervisar los mercados financieros e imponer ciertos límites en sus posicionamientos. No obstante, la especulación no es meramente el resultado de la manipulación de los precios por parte de un único actor financiero que haya decidido adoptar una posición dominante, sino de las acciones combinadas de un número mayor de actores que adoptan un comportamiento de manada y es precisamente esta agrupación en manada la que causa las burbujas en los precios.
4. Finalmente, resulta vital proporcionar a los países y a los actores económicos instrumentos para combatir la volatilidad. Algunos países como Malaui, México o Ghana ya utilizan este tipo de instrumentos, ya sea para garantizar la importación de productos alimentarios básicos a precios asequibles o para proteger sus ingresos procedentes de las exportaciones. A pesar de estos buenos ejemplos, el uso de este tipo de instrumentos sigue siendo minoritario y muchos países en desarrollo – y las empresas de estos países – no tienen en general acceso a este tipo de herramientas para protegerse contra los riesgos de la volatilidad. Para poder acceder a estos medios, como el nuevo fondo establecido por el Banco Mundial con JP Morgan y Chase Bank, los campesinos y las cooperativas de los países en desarrollo necesitarán una capacitación considerable y un refuerzo de sus capacidades, dos elementos sin los cuales no podrán beneficiarse de este tipo de fondos. Téngase en cuenta, sin embargo, que estos instrumentos combaten el impacto de la volatilidad y reducen las repercusiones negativas sobre los productores y los consumidores, pero, con todo y con eso, no son medios para remediar las causas de dicha volatilidad que son principalmente: la falta de inversión en producción alimentaria en toda una serie de países en desarrollo; los desastres naturales ligados al clima; la competencia creciente por el uso de la tierra entre la expansión urbana y los diferentes usos agrícolas; la difícil relación entre mercados de alimentos y de energía; y la especulación.
Este plan de acción deja intactas las raíces del problema: los mercados de alimentos altamente dependientes de los mercados de la energía, decisiones irresponsables de aumentar la producción y el uso de biocombustibles, y la especulación que en ningún caso podrá definirse como un puñado de inversores que manipulan los precios. Cierto es que el aumento de la transparencia en la gestión de las reservas reducirá el carácter atractivo de la especulación, pero sigue siendo una incógnita saber si el sector privado juzgará suficientes los incentivos propuestos para la participación en el sistema de intercambio de información que se está poniendo en marcha.
En realidad, incluso algunas de las actividades que buscan corregir los síntomas resultan deficientes: los instrumentos financieros, que permiten a los productores protegerse contra la volatilidad de los precios, tal y como están concebidos en la actualidad, no están al alcance de los pequeños campesinos; y las reservas de alimentos para situaciones de emergencia no permiten, por sí mismas, garantizar unos ingresos estables a los productores ni proteger a los hogares pobres de los cambios repentinos en los precios. El plan de acción del G20 es sin duda un paso en la dirección adecuada pero la situación actual exige un verdadero salto hacia adelante.